martes, 29 de octubre de 2013

Últimos días en Rumanía

     Después de dejar la playa fuimos a Constanta. Buscando rápidamente imágenes en el Google sólo encontramos un edificio importante. Era una enorme construcción modernista en la orilla misma del mar. Al llegar a la ciudad no encontrábamos el edificio por ninguna parte. La ciudad seguía la linea de otras ciudades por las que habíamos pasado aunque quizás con un aire más moderno. Había un enorme centro comercial y muchos hoteles nuevos. Suponemos que debe ser un destino turístico importante. Paramos en un súper para llenar la despensa y cuando salimos ya era de noche. Una vez más nos tocaba buscar “hotel” casi a oscuras. Encima necesitábamos urgentemente internet para encontrar un Helpx en Bulgaria, ya que al final no podíamos ir al de Rumanía que teníamos pensado. Así que ya nos veis con el portátil en marcha enganchado a la ventana callejeando para cazar alguna señal. Lo hemos intentado dos veces y no hace falta que lo intenteis: no funciona, a no ser que el ordenador sea súper-megaveloz, que no es nuestro caso. Parecíamos de la secreta. Desistimos de internet y seguimos buscando parking.

      De noche casi todos los sitios parecen sospechosos. Los edificios parecen en ruinas, las caras oscuras parecen poco amistosas y tienes la sensación de que al final de cada calle te está esperando una banda de mafiosos (tranquilos, nunca es así). En una de éstas, encontramos un restaurante de lujo con parking en la calle. ¡Y mira tú por dónde, llegaba una señal de internet! Y para acabarlo de redondear, cuando salimos nos damos cuenta de que estamos delante del edificio modernista. ¡Toma qué bien! Por la mañana fuimos a dar un paseo. Un puerto deportivo con restaurantes italianos monísimos, un centro antiguo con todas las calles en obras, un museo de historia con una importante colección de restos romanos, varias iglesias, un par de mezquitas... Un monje vestido con una túnica marron y un gorrito de ganchillo nos regaló un vaso con una especie de trigo con leche, coco y frutos secos. No entendimos nada, pero nos gustó el gesto y encima estaba muy bueno.

     Como estábamos cerca del mar pensamos que sería un buen sitio para comer pescado fresco. No es fácil encontrar pescado en los súpers y menos aun encontrar una pescadería. Pero nos quedamos con las ganas porque para sorpresa nuestra nos dijeron que no había ningún restaurante que lo sirviera. Como ya era tarde nos tuvimos que conformar con los restos de la noche anterior.
De Constanta fuimos a Eforie, también a orillas del mar. Yo tenía ganas de dormir cerca de la playa, lavarme la cara con el agua salada y esperar en la arena a que acabara de subir el sol. Pero como el pescado fresco, tendrá que ser en otra ocasión. La playa en si no estaba mal, pero estaba rodeada de todo un complejo turístico que me recordaba a un parque de atracciones viejo y abandonado. Los chiringuitos estaban tapiados con tablones de madera, los toldos, rasgados, las letras de los carteles, desenganchadas.... El cuadro lo acababa de completar un par de sofás viejos de terciopelo con botellas de cerveza vacías alrededor y un señor borracho saliendo de una esquina. Parecía que hubiese pasado un huracán. A Raúl le dió muy mal rollo y nos fuimos a dormir al pueblo. Buscamos en internet a ver si encontrábamos algo que explicara semejante estampa y no encontramos nada. Es más, encontramos videos de este verano pasado con esas mismas playa repletas de gente.
Y de aquí ya salimos en dirección a Bulgaria. Nos han aceptado en la casa de unos ingleses en un pueblo que se llama Lomtsi. Calculamos que en una semana estaremos allí. No pasaremos por Bucarest. Es posible que nos estemos perdiendo una joya, pero con la visita a Budapest llenamos el cupo de ciudades grandes al menos hasta Estambul.
Y se acabó Rumanía. ¡Ay, Rumanía! Aun no hemos marchado y ya la echamos de menos... Queda apuntada para un próximo viaje.


martes, 22 de octubre de 2013

¡El mar!



     Debemos tener más sal de lo normal en la sangre, porque cuando llevamos tiempo sin ver el mar lo echamos de menos. Por eso me he emocionado cuando lo hemos vuelto a ver. El mar Negro. El dia nos ha acompañado con un sol espléndido y 21 grados de temperatura. Teo ha empezado mojándose los pies y ha acabado en pelotillas tomando el sol. ¡Qué gustazo!

Por cierto, estamos en Constanta, y ooootra vez cambiamos el rumbo. Un paseito más y nos vamos a Bulgaria.

El delta del Danubio

     Y después de tres o cuatro días de ruta dejando atrás las montañas y atravesando la llanura llegamos a Murghiol, en el delta del Danubio. Nos instalamos en un camping porque necesitábamos urgentemente hacer lavadoras y limpiar a fondo la auto, y limpiarnos a fondo también nosotros... Habíamos visto un camping por internet, pero al llegar al pueblo vimos que estaba lleno de diferentes alojamientos. Nada más llegar un hombre nos lleva hasta su camping. Es un poco cochambrosillo y no tiene internet. Nos dice que él es el único que está abierto, pero por si a caso seguimos buscando. En el que habíamos visto por internet no aparece nadie así que al final acabamos en una pensión-camping con bungalows. Como no hay ningún huésped más nos dejan usar la casita donde está la cocina, un salón y el baño. ¡Vaya lujazo! Siempre que tenemos cocina, aprovechamos para hacer una buena tortilla de patatas y un caldo de esos que hacen chup-chup tranquilamente. Esta vez fue un potaje de judías con panceta y butifarra. Nada, algo ligerito... Al día siguiente de llegar fuimos a dar un paseo en lancha. Nos pareció un poco caro, 50€ los tres por un paseo de 2 horas, pero tampoco podíamos ponernos a buscar y comparar precios. Por otra parte, esa era la única manera de poder ver algo.


   La zona es impresionante, gigante. El río se divide en tres brazos serpenteantes y cientos de lagos y humedales. Parecía que habíamos vuelto a los manglares de Venezuela. En primavera está lleno de pelícanos, pero ahora ya han marchado y solo pudimos ver uno despistado. También pudimos ver un montón de cisnes, garcetas, gaviotas y un cormorán grande. El Teo dice que le gustó ir en el “catamarán” pero se asustaba un poco cuando iba muy rápido. Bueno, yo también..
.Cuando marchamos de allí nos dirigimos hacia el sur y después de mucho buscar acabamos aparcando en el parking de unas ruinas romanas al lado de un lago muy cerca del mar. Por la mañana fuimos a dar un paseo a ver si veíamos el agua, pero fue imposible. En lugar de eso, el Teo se encontró una serpiente "morida".

   

   



Cruzando Rumanía

Desde las montañas de Transilvania nos hemos dirigido al Este. Habíamos mandado tres solicitudes para hacer un Helpx cerca de la ciudad de Brasov, pero no nos han contestado. Como nos está gustando mucho este país decidimos ir al delta del Danubio y volver después a Brasov a la casa de un señor que nos había dicho que podía acogernos a partir del 28 de octubre.
En el camino hacia el delta paramos en Medias, Bresiev y Sighisoara. Estos tres pueblos tienen en común las iglesias fortificadas medievales. Sighisoara es conocida además por ser la ciudad natal de Vlad Dracul, el empalador que inspiró las historias del Conde Drácula. En estas tierras también está el castillo de Drácula, pero descubrimos dónde estaba cuando ya habíamos pasado de largo. Continuamos viajando con la boca abierta. No deja de sorprendernos todo lo que vemos. Hay algo agradablemente familiar en este lugar que no sé muy bien qué es. Tal vez sea la temperatura cálida de otoño que nos recuerda más a casa, o el hecho de poder hacernos entender mejor, o conocer gente que antes vivía por aquí. Pero a mí particularmente estos pueblos me recuerdan a otros que he visto en Centro América. Calles sin asfaltar, gallinas campando por los caminos, casas con tejados de lata, gente caminando despacio con sus carros y sus vacas, niños saludando emocionados a nuestro paso, perros por todas partes...
Hemos pasado también por algunas ciudades que nos han servido para hacer gestiones que no podíamos hacer de ninguna otra manera. Las ciudades nos parecen bastante feas en general. No suelen haber edificios dignos de mención y hay una mezcla de supervivencia y deseo de occidentalización que resulta bastante chocante.
     En nuestro camino nos hemos encontrado a Paco y Lola, una pareja de artistas madrileños que están llevando a cabo un curioso proyecto, no se si seré capaz de explicarlo. Han tomado las coordenadas de un paralelo y han dado la vuelta al mundo sobre este paralelo colocando placas cada 100 kilómetros aproximadamente y haciendo fotografías. Empezaron hace seis años y ahora están volviendo a los lugares por donde pasaron para ver qué ha pasado con esas placas. Nos explicaron que han encontrado el país muy cambiado. Hace 6 años, nos contaron, los niños iban descalzos por la calle y la pobreza era totalmente palpable. Dicen que se notan por un lado las ayuda recibidas por los fondos europeos y por otro los ahorros que han podido enviar aquellos que emigraron. De hecho hemos encontrado mucha gente con familiares trabajando en España o Italia y todos habían podido hacer algunas reformas en sus casas.
En cuanto al tiempo, después de unos días de sol, la lluvia nos encontró. Tampoco fue ninguna exageración, pero lo suficiente como para convertir los caminos en barrizales que nos dieron más de un susto. Siempre teníamos el tranquilidad de que en caso de quedarnos embarrancados no faltarían tractores para sacarnos. La temperatura sigue siendo agradable durante el día, pero en cuanto se pone el sol, allá a las 6, refresca y alguna noche hemos tenido que poner la calefacción un ratito. Por cierto, aquí es una hora más tarde. Cuando en España son las10, aquí son las 11.


lunes, 14 de octubre de 2013

Preciosa Rumanía

Entramos al país de noche, a través de una gran ciudad, Oradea. Ya sabemos lo que pasa cerca de las fronteras y los sustos que nos llevamos cada vez que cambiamos de país, así que esta vez no nos quisimos dejar llevar por las primeras impresiones. Pero había algo raro pero agradable en este nuevo país. Sin darnos cuenta vimos que entendíamos lo que ponía en los carteles. ¡Cuánto tiempo!¡Y qué alegría! Puede parecer una tontería pero esto nos relaja. Un poco de francés, un poco de italiano, un poco de latín clásico, un poco de imaginación y voluntad y puedes entender la mayoría de los carteles que encuentras por la carretera.
Ahora llevamos tres día aquí y nos encanta Rumanía. Entiendo por qué nuestra vecina del Mas nos hablaba con tanta emoción de su país. Los paisajes son espectaculares. No tengo capacidad literaria para explicar la belleza de los bosques, el encanto de los pueblos y la calidez de la gente. Vamos conduciendo embobados.Hasta se nos olvida que las carreteras están hechas polvo.

El primer día nos desviamos de la carretera por la que íbamos para comer. Era un pueblo minúsculo. La gente iba con carros tirados por caballos y paseaban las vacas. Al poco de llegar apareció una señora. No entendíamos mucho de lo que decía, pero estaba muy emocionada. Lo primero que nos preguntó fue si habíamos comido y parecía que nos quería invitar a su casa. Nosotros ya teníamos el plato de espaguetis en la mesa, así que le le dijimos que pasaríamos a verla después. No nos debió entender, porque a los diez minutos apareció con una bolsa de huevos y un bote de mermelada. La invitamos a pasar, pero no quiso. Diez minutos más tarde apareció otra vez con una bolsa de patatas. Estábamos flipando. Cuando Teo se despertó fuimos a verla. Nos enseñó su casa y su marido nos dio mosto que prepara él mismo.De alguna manera, no se cómo, nos pusimos a hablar. Resulta que su hijo está trabajando en España, en Peñíscola concretamente. Ella había ido a verlo y tenía unas postales que nos enseñó con orgullo. Nos dijo que quería aprender a hablar español antes de morir. Entonces llamó a alguien por teléfono y le preguntó si hablaba español. Supongo que dijo que no, que hablaba inglés. Me miró y me preguntó si yo hablaba inglés. Le dije que sí y su cara se iluminó de nuevo. Era su nieta, que vivía cerca y nos haría de traductora. Les explicamos que nosotros vivíamos bastante cerca de Peñíscola y conocíamos gente de Rumanía. ¿Te imaginas que tuviéramos a alguien en común? ¡Pues sí! La señora llamó a su hijo a España casi llorando y Raúl habló con él. Y sí, resulta que nuestros vecinos del Mas son amigos suyos y antes vivían a unos 8 kilómetros de allí. La señora nos llenó de bendiciones. Estaba convencida de que dios tenía un plan para cada uno de nosotros y que nos había llevado hasta allí por algún motivo. Bueno, no se si será así exactamente, pero creo que esta señora se sintió muy feliz esa tarde y nosotros también, y eso ya es un motivo más que suficiente. Nos costó mucho marchar de allí.
A la mañana siguiente, en el pueblo donde paramos a dormir nos pasó lo mismo. Se presentaron Viky y su marido y nos invitaron a su casa. Ellos tenían un hijo y un nieto en Detroit. Nos llenaron la despensa de verduras y más patatas. Otra señora apareció con dos tomates y un bote de mermelada, otra nos ofreció leche...


      ¿Qué está pasando? Hemos leido que Rumanía es el pais con la renta per cápita más baja de la Unión Europea. La gente labra los campos con caballos, que son además un medio de transporte habitual; tienen poco más que lo que les da la tierra ... y sin embargo en cada sitio que hemos parado siempre alguien nos ha ofrecido lo poco que tiene. Es para ponerse a pensar un poquito ¿no?

domingo, 13 de octubre de 2013

Dejamos Hungría. Rumbo al Sur!

No nos habíamos dado cuenta y estábamos a unos 70 km de la frontera con Rumanía. No sabíamos muy bien si continuar hacia el sur por Hungría o cambiar de país. No sabiamos muy bien por qué pero decidimos ir hacia la frontera. Antes de marchar, eso sí, queríamos darnos un último bañito aprovechando los baños termales del pais. Justo en el camino había una ciudad con el balneario más grande de Europa. Efectivamente, demasiado grande para nosotros. No era muy caro, pero con una piscinita nos bastaba. Ya nos habíamos dado el lujazo en Budapest. Confiamos en tener buena suerte y encontrar algo más a medida en el camino, aunque quedaban pocos kilómetros para pasar la frontera. Llegaba la tarde y no habíamos encontrado nada, así que paramos en el pueblo que nos quedaba más a mano. Estuvimos un buen rato dando vueltas para encontrar un sitio donde aparcar. Finalmente encontramos un parque con aparcamientos grandes al lado de una carretera no muy transitada. Y cuando acabamos de aparcar, miramos a la izquierda y... tachan! piscinas termales! Nos fuimos a dormir y al día siguiente nos dimos ese bañito tan esperado por tan solo 4 euritos. Luego, por la tarde, relajaditos entramos en Rumanía (por cierto, ha sido la primera frontera en la que nos han pedido el pasaporte) y nos regalamos una cena en el restaurante de una pensión. Aún no sabíamos las sorpresas que nos deparaba este nuevo país.





Parque Nacional de Narody, Hortogaby.

Esta entrada sería mucho mejor si la escribiera Raúl, pero nunca acaba de encontrar el momento para ponerse. Yo he intentado ya cuatro veces escribirla, pero me da miedo meter la pata con mi falta de vocabulario ornitológico. Siento una gran admiración por todos los amigos bicheros así que, "pa' no cagal.la", dejémoslo sólo en algunas imágenes. Si puede, Raúl ya escribirá algo merecedor.


Para los más paganos en el tema, como yo, deciros solamente que este parque es como una especie de parada y fonda para las grullas que emigran de Escandinavia a África. Cada otoño miles de ellas paran en este parque para recuperar fuerzas. Un espectáculo para la vista y el oido.












sábado, 12 de octubre de 2013

Y Budapest

En Budapest teníamos una cita con Krisztina. Krisztina dejó su trabajo como aquitecta para dedicarse plenamente a la danza oriental. Desde que nació Teo no había hecho nada de danza y para mí viajar a los paises del Este y poder hacer algo de danza era como un sueño. Gracias a la ayuda de las Farashas pude ponerme en contacto con ella. Enseguida se ofreció para mostrarnos la ciudad y enseñarme lo que ella había aprendido sobre la danza gitana húngara. El primer día fuimos todos juntos a dar un paseo por Budapest. La ciudad está dividida en dos por el río Danubio: Buda y Pest. Paseando por las calles nos explicó más cosas de la ciudad y sobre la época del comunismo. Lo difícil que era salir del país, cómo le quitaron todas las propiedades y el trabajo a su familia, cómo se prohibió la religión y por lo tanto cómo se paganizaron las fiestas religiosas... Cosas que explicada de primera mano se ven realmente absurdas. Pero también nos explicó una de las bondades de ese régimen. En aquel tiempo la baja maternal era de tres años. Ahora es de un año prorrogable hasta dos y se echan las manos a la cabeza cuando se enteran de que en España es de 4 meses, 6 si tienes suerte. Después del paseo hicimos una horita de clase en su precioso estudio: danza gitana húngara. Y al terminar, chino-chano nos volvimos para casa.

(Sed benevolentes con este video. Sólo llevaba 20 minutos de clase...)


Al día siguiente visitamos el castillo de Buda. Montamos en tranvía y fuimos también al antiguo mercado cubierto. Después de comer, segunda y última clase: danzas gitanas de Turquía, Rumanía y Ukraina. Fueron cuatro pinceladas pero mucha información que me ha servido para situar cada paso en su lugar y ver qué cosas de las que hacíamos al bailar tenían sentido y cuales no. Y aunque no hubiera bailado nada, el simple hecho de haber conocido a Krisztina ya hace que haya merecido la pena parar en Budapest. Posiblemente este diciembre irá a Barcelona. Con un poquito de suerte a lo mejor nos podemos volver a encontrar.





El tercer día lo reservamos para darnos un gustazo e ir a las aguas termales de Szecheny. En la ciudad hay más de 1000 baños termales, algunos de la época del imperio turco.
  Escogimos este porque es uno de los más grandes y además es mixto. Es un precioso y lujoso balneario con piscinas interiores y exteriores con aguas a diferentes temperaturas.




 Y lo más sorprendente era el precio. Por menos de 12 euros cada uno, el Teo gratis, podíamos pasarnos el día entero en remojo. Estuvimos unas 3 horas, y salimos porque por poco se queda el Teo dormido dentro del agua. Disfrutó de lo lindo y esta vez no necesitó la primera hora para familiarizarse. Raúl no pudo ni ponerle la chaqueta. En cuanto se giró para cogerla se quedó dormido en el carro.
Nos hubieran faltado uno o dos días más para acabar de ver la ciudad, pero tampoco hay que abusar... Budapest es muy bonita, y no quisiera que pareciera que la menosprecio, pero, así en confianza, con esto de la globalización se están homogeneizando todas las grandes ciudades. Quiero decir, creo que si te taparan los ojos y te soltaran en medio de esta ciudad (o de Praga, o de Dublín, o de Barcelona...) no sabrías bien bien dónde estás, porque podría ser cualquier gran ciudad europea. H&M, Starbuck's Cafe, Zara, Spar, Orange, gente hablando en todos los idiomas, autobuses turísticos rojos, masaje de pies con pececillos que se comen las pielecillas... Las mismas piezas colocadas de manera ligeramente distinta. Bueno, quizás es que ya es hora que nos vayamos pa'l monte, ¿no?


domingo, 6 de octubre de 2013

Entramos en Hungría

Nuestra entrada en Hungría fue para nosotros casi triunfal. Paró la lluvia y salió un sol radiante que nos dejó recuperar nuestras camisetas de manga corta. ¡Cómo añorábamos el sol! Dormimos en Vác, a unos 25 km de Budapest, con vistas al Danubio (¡qué grande es!).Queríamos ir a Esztergom tal y como nos había recomendado Rafal pero estaba al otro lado del río. Solo teníamos dos opciones para llegar. O bien íbamos a Budapest, nos tragábamos la ciudad y cruzábamos por alguno de ls puentes, o bien cogíamos un ferry que nos llevara a la otra orilla. Al lado de nuestro “hotel” estaba el embarcadero del ferry, así que fuimos a dar un vistazo. El pasaje nos costaba unos 17 €. No muy barato para nosotros, pero todo fuera por ahorrarnos dar vueltas por Budapest buscando la salida. Pero cuando llegó el ferry y vimos la rampa para entrar cambiamos de idea. Mejor dar vueltas por la ciudad que quedarnos clavados en el cemento. Ya hemos dejado la marca de los hierros de los baúles en unos cuantos asfaltos y empezamos a tener habilidad suficiente para adivinar dónde entramos y dónde no. Así que, si no cambiábamos de plan, a la mañana siguiente daríamos la vuelta por Budapest. Pero, ¡cómo no!, cambiamos de plan...


 

 “Era una mañana de otoño, cálida y soleada, cuando Raúl, Teo y Montse contemplaban los patos llevados por la corriente del Danubio... ¿Y si sacamos la canoa y nos vamos a Budapest en barca??? Uix, claro, luego tenemos que volver a por la auto de alguna manera... ¿Y si se va el Raúl y la Montse lo recoge en Budapest? Sí, pero ¿dónde? A ver si no va a haber ningún embarcadero... A ver si va a haber una presa... ¡Ya está! Lo hacemos al revés. Remontamos el río, soltamos al Raúl y luego lo recogemos de nuevo en Vác. Curiosamente hay un pueblo que hacen una fiesta de la calabaza.

 La Mon y el Teo van a la fiesta y el Raúl se va en canoa.” Y así fue. Revisamos con el google maps todo el tramo del río por si había alguna sorpresa y nos pusimos en marcha. Lo único que Raúl bajó a medio camino. Diez kilómetros nos parecieron suficientes. El Teo y yo continuamos hasta el pueblo de las calabazas, nos dimos un paseo y luego volvimos a buscar a Raúl. Increiblemente el Teo estuvo súper tranquilo todo el camino (nunca habíamos ido los dos solos en la auto) e incluso se durmió a la vuelta. Una vez nos reencontramos, nos fuimos hacia Budapest para cruzar el río y dormir por las afueras.

     A la mañana siguiente, cambio de plan. Pasamos de Esztergom y nos vamos a buscar el camping en Budapest. Paramos en un McDonalds para poder mirar las indicaciones del camping en internet y, bueno, confiamos en tener suerte para encontrarlo... y lo encontramos. El camping no es gran cosa, pero está en una antigua estación de tranvía con mucho encanto. Además el desayuno está incluido y también un vinito de bienvenida. Es domingo, y como nos da mucha pereza entrar en las ciudades en fin de semana, nos quedamos para hacer un poco de limpieza. Pero, mira tú, que a 200m hay otro camping... No tiene el desayuno, pero son 7€ menos... A la mañana siguiente, después del copioso desayuno, nos mudamos.

     Dejadme que me explaye un poco más, porque la historia nos pareció curiosa. Resulta que hace un tiempo este nuevo camping y el anterior estaban juntos. Pero el matrimonio que lo llevaba se divorció y lo partieron en dos. Uno se quedó la parte con el edificio bonito, el “Niche” y otro con la parte más boscosa, el “Ave Natura”. Pero en cierto modo el de la parte boscosa salió perdiendo. Todos los campistas pasan por delante del primer camping, con sus dos tranvías viejos en la entrada y, claro, se quedan. Solo unos cuantos curiosos siguen un poquito más allá. La prueba está en que en el primero habían unas 6 ó 7 autos. Y en el otro estábamos nosotros solos. Pero, la verdad, salimos ganando con el cambio. Marta, la dueña, es un verdadero encanto. Nos regaló una botella de vino y un zumo para el Teo al llegar. Nos dio mapas de la ciudad, nos indicó los sitios que podíamos visitar y nos vendió los tickets para poder coger el autobús ese mismo día. Nos lavó y tendió la ropa, se ofrecía a traernos cosas de la tienda cuando salía a comprar... Cada noche y cada mañana venía a vernos por si necesitábamos algo. Nos explicó con tristeza que ni si quiera en verano se llenaba el cámping. Solo llegaban los restos del otro. Así que como nosotros estuvimos tan a gusto, le dijimos que hablaríamos de ella en este blog. Ya sabeis, si vais a Budapest, el camping “Ave Natura” es una muy buena opción.


   
     Y en la próxima entrada ya contaremos qué hicimos por Budapest, además de poner fotos a esta entrada...

Fugaz paseo por la República Eslovaca


Después de dejar la casa en Vanovice, Chequia, nos dirigimos hacia Eslovaquia con la lluvia encima nuestro. El país nos ha parecido más descuidado que Chequia y nos impactó una de las aberraciones del comunismo. El paisaje era muy bonito, lleno de pequeñas montañas y extensos prados pero en medio de este paisaje era frecuente encontrarse con pueblos en los que habían enormes fábricas y bloques de pisos. Era como si paseando por los Pirineos te encontraras de repente con Belvitge. Suponemos que esa era la manera que encontraron para dar trabajo y vivienda a todos en igualdad de condiciones. Si en la ciudad había industria, las zonas rurales también tenía derecho a ello. No tenemos ninguna foto de estos sitios porque, la verdad, no invitaban a parar. 


















La primera parada la hicimos cerca de un río. El Teo intentó pescar la cena, pero no tuvo éxito, así que hicimos un fueguito y nos comimos unas salchichas con calabaza asada.




 Después seguimos tirando hacia el Este al Parque Nacional del Tatras. Como ya comenté, tuvimos que volver a pasar por Polonia para entrar de nuevo más tarde en Eslovaquia. Paramos en Zakopane, un pueblo bastante turístico conocido por las casas de madera, las pistas de esquí y también por ser el lugar donde esquiaba el papa Juan Pablo antes de ser papa.
Seguimos en busca de las montañas, pero la lluvia insistía en acompañarnos y lo que intuimos que eran montañas preciosas se quedaron en cumbres borrascosas que solo dejaban ver tímidamente algún pico nevado. Dormimos en una estación de tren y al día siguiente marchamos en dirección a Budapest, donde teníamos una cita muy especial.