Desde el talón de Italia nos hemos dirigido hacia Salerno, en la costa oeste. Como siempre que queremos ver algo de montaña, las nubes se han cachondeado de nosotros, pero ya no se lo tenemos en cuenta... Dimos vueltas y más vueltas para encontrar internet sin mucho éxito y con la poquita información que pudimos recoger nos fuimos hacia Sorrento, una pequeña península cerca de Nápoles y que no sé por qué me parecía a mi que tenía que ser bonito (¿alguna canción pastelosa?).
Al entrar en la carretera vimos un cartel un poco raro con una autocaravana en un círculo rojo... Preguntamos a un señor si se podía circular y nos dijo "Mah! Sí, si, tranqüilo. Vai, vai..." El carretera estaba colgada al borde de los acantilados, llena de curvas, pero muy bonita. Lástima que ya anochecía y no podíamos ver mucho. Al pasar por un pueblo mediano decidimos parar para dormir. Parchegio de pago por aquí, zona azul por allá. Mejor ir para al puerto. Después de pasar por calles estrechas aguantando la respiración intentando inconscientemente ocupar menos, llegamos al puerto. Allí, una pareja de policías nos "saludaba". Uno dijo algo tan rápido que no lo entendimos, aunque seguro que no nos daba la bienvenida. Al ver que éramos extranjeros fue a buscar a su compañera que nos dijo algo en inglés, que tampoco entendimos. "Aspetta, aspetta. Se parli lentamente posso capirti" les dije yo... Pues resulta que aquel cartel que yo había visto de soslayo decía que las autocaravanas no podían circular de 12'30 de la noche a 6'30 de la madrugada. Como favor nos dejaban quedarnos allí hasta la medianoche y luego, ciao ciao. O volver para atrás. Con carita de pena y poniendo al bambino de argumento les pedimos si podíamos seguir hacia adelante hasta Amalfi, el siguiente pueblo grande. Son dijeron que no, que no, bueno, que sí, tira, tira... Había un aire condescendiente en la respuesta como diciendo "Si te pillan los carabinieri, te aguantas".
Hicimos el camino con el culillo apretao. Aunque quisiéramos no podíamos dar la vuelta y los coches nos pitaban cabreados. Llegamos finalmente a Amalfi y no había manera de aparcar. A la salida del pueblo había aparcamiento gratis en la cuneta de la carretera. Era de noche y no estábamos en condiciones de seguir buscando. No era el mejor sitio, pero al menos tendríamos vistas al mar al despertar. El itinerario que nos habíamos planteado tenía muy buena pinta, pero decidimos no continuar. No estábamos dispuestos a circular por la noche y tampoco nos hacía gracia hacer la carretera rezando para que no aparecieran los carabinieri detrás de cualquier curva. Tomamos una carretera secundaria y llegamos al otro lado de la península.
Ahora estamos en Torre de Greco, al ladito de Nápoles. Hemos pasado por Pompeya, pero no hemos entrado porque se tenía que pagar. Queríamos parar pasado Nápoles, pero no hemos podido. No queríamos coger la autopista de pago y la nacional es un caos. Aquí las rotondas son farolas que indican el medio de algo así como una batalla de "tonto el último" y claro, los mamuts como nosotros tenemos las de perder. Encima nos ha caido un tormentón en el parquing y ya es de noche. Así pues, hoy nos quedamos aquí y mañana cogeremos la autopista. Estamos cansados de circular y en Roma nos espera un techo en casa de mi tía Anna María. Un último empujón!
lunes, 27 de enero de 2014
miércoles, 22 de enero de 2014
De Turquía a Italia
Ya hace casi dos semanas que volvimos
de España. Hemos vuelto a nuestro sencillo día a día dónde lo
básico es lo importante: preparar comida, jugar, comer, buscar un
sitio donde dormir e ir haciendo el mantenimiento de la casita. Al
llegar de nuevo a Turquía nos encontramos con que el tiempo había
cambiado. Ya no hacía tantísimo frío y parecía que hubiésemos
cambiado de estación. En un par de días salimos del pais, no sin
antes volver a pasar por la misma frontera por la que entramos.
Afortunadamente solo tuvimos que enseñar los papeles en tres garitas
y cruzar los dedos para que no nos multaran por haber pasado por las
autopistas sin pagar. No, no nos multaron...
Grecia la cruzamos por el norte en
cinco días. El país nos recibió con un cielo azul y un sol
radiante, lástima que sólo duró un par de días, luego nos
encontró la lluvia. Fuimos directos por la autopista porque la otra
opción eran puertos de montaña. Como siempre que vamos por vías
rápidas, a penas vimos nada del país. Además el Teo y yo recaímos
del resfriado de las navidades y no estábamos para mucho paseo.
Decidimos ir directos a Igoumenitsa, en la costa oeste, desde donde
tomaríamos un ferry hasta Italia. Queremos ir a Marruecos desde
Genova y pensamos que si nos entreteníamos por Grecia no nos daría
tiempo. Quedará apuntado, pués, junto a Turquía y Rumanía, como
destino de próximas expediciones. Estamos convencidos de que los
paisajes son encantadores y la comida deliciosa (me he quedado con
las ganas de una auténtica moussaka). El verano tiene que ser
abrasador pero la primavera promete por estas tierras.
En Igoumenitsa compramos los billetes
del ferry a Brindisi. Tuvimos la tentación de cambiar el destino y
tomar el ferry a Ancona, unos 500 km más al Norte y por lo tanto más
cerca de Génova. Pusimos en la balanza la situación. A favor
teníamos el precio. Costaba 20 € más pero en gasolina nos
gastaríamos por lo menos 4 veces más. Además nos podía pillar de
camino Reggio Emilia, donde hay una de las escuelas más famosas de la
República. En contra, nos íbamos directo a latitudes más frías y
por el sur anunciaban máximas de 18º. Además tendríamos
que pasar por los Alpes a principios de Enero. Nos perdíamos
la zona de Taranto por la que yo tenía especial curiosidad ( por lo
del baile de la tarantella,
llamadme friqui) y no pasaríamos por Roma. La cosa no estaba fácil,
pero lo de los 18º nos compró!
Pasamos la noche
durmiendo en el suelo del salón del ferry con un montón de
búlgaros. Por la mañana, en marcha! De momento hemos dado la vuelta
por todo el tacón de Italia. El paisaje es evidentemente
mediterraneo. Por los caminos, olivos, chumberas, muros de piedra
seca y refugios de pastor aquí y allá. Los pueblos costeros están
llenos de villas señoriales de principios de siglo XX y en las
ciudades abundan los edificios renacentistas. Todo junto tiene un
aire que me encanta. Desde aquí subiremos por la costa oeste hacia
Roma, aunque aún no sabemos muy bien por dónde. Calculamos que
podemos llegar en un par de semanas. De momento disfrutaremos de la
buena temperatura del sur (a pesar del viento y las lluvias).
miércoles, 15 de enero de 2014
Una Navidad diferente
Por primera vez en mucho tiempo, las
navidades han tenido un poco de sentido. Nos hemos saltado los dos
meses de lucecitas, publicidad agresiva y sus falsos buenos deseos.
Cada año, a finales de diciembre, empezábamos a estar un poquito
cansados. Reuniones familiares porque sí, excesos de comida porque
sí, excesos de regalos porque sí... Creo que no éramos los únicos
que, una vez llegado el día de reyes, decíamos algo así como: “Qué
ganitas tenía de que pasaran ya las fiestas...”
Este año, en cambio, las reuniones
familiares tenían sentido. Hacía muchos días que no veíamos a la
familia y teníamos muchas ganas de que Teo los volviera a encontrar,
especialmente a sus primos que han crecido un montón desde que
marchamos. Hemos ido un poco locos de aquí para allá, durmiendo en
casas diferentes para que todas las yayas estuvieran contentas.
Muchas mañanas Teo se despertaba diciendo “¿Dónde estamos?”,
pero creo que valió la pena.
Con el tema de comilonas, la cosa ya
llevaba una tendencia hacia la coherencia desde hace algunos años.
Recuerdo que cuando era pequeña la cena de navidad podía consistir
fácilmente en sopa de galets de primero, y de segundo, bandejones de
gambas, gambots, cangrejotes de patas largas, mejillones rellenos y
almejas a la marinera... Todo ello después de un pica-pica de
canapés variados, espárragos navarros, jamón del bueno, ensalada
de la casa y según los años, cóctel de gambas. Ah! Y claro está,
de postre, para acabarlo de rematar, los turrones y polvorones. Y al
día siguiente, chispa más o menos a la hora de comer, pero en
versión carne. Y claro, entre fiesta y fiesta, tampoco podías dejar
descansar mucho a tu estómago porque tocaba comerse todo lo que
había quedado de los días anteriores...
Este año las comidas han sido más
normales, platos más sencillos pero igual o más deliciosos. Y en
cantidades normales. Bueno, una excepción: la hornada del tito
Paulino y la tita Meli por San Esteban. Yo no sé cuántos animales
(muertos, claro está) metieron en el horno de piedra, pero sobró
más de la mitad. Imaginaos cómo sería el piscolabis de antes. Pero
hay algunas cosas imposibles en este mundo, como que el agua se
convierta en petróleo o que la tita Meli se quede corta en una
comida. Oh! Mención especial al bacalao con alioli que se curró la
yaya Carmen y la súper paella de la Vero por reyes. ¡Por favor, qué
cosa más rica!¡Esto es lujo y lo demás son tonterías! Y es que no
hemos necesitado esas mariscadas, ni ponernos requeteguapos para
sentarnos en la mesa. El simple hecho de poder estar juntos ha
convertido esta navidad en algo especial.
Y finalmente tenemos el tema regalets.
Acordamos que los pequeños tomaban el relevo y los adultos dejábamos
de recibir. Bueno, nosotros hemos sido una excepción, porque nos
pagaron los billetes. La cosa se ha repartido entre el Tió y los
Reyes. Eso y un montón de pequeños “extras” por parte de las
abuelas cada vez que entrábamos en alguna tienda de juguetes. Pero
después de 8 meses sin ver al nieto no se les puede decir que no. El
Teo estaba alucinado y nos temíamos que no quisiese volver a su
casita con ruedas. Pero los últimos días ya empezó a decir que
tenía ganas de ir a la autocaravana.
Y a parte de todo esto, nuestros días
por España (todavía) han estado envueltos de un halo de fiebre,
mocos, cagarrinas, tos y estornudos en la familia. Como fichas de
dominó, hemos ido cayendo uno por uno. En el momento de marchar se
habían salvado 5 de 15, pero no sabemos si durante estos días han
acabado de pillarla. Nos temíamos que fuera un virus que hubiéramos
traido nosotros, porque realmente era muy fuerte, pero nos dijeron
que había más gente con virus así de resistentes. No nos hemos
puesto malos en todo el viaje y cuando el Teo se ha puesto malito
alguna vez, en un par de días está perfectamente. Esta vez, en
cambio estuvo dos semanas o más.
Esto y la disposición de las fiestas
en la semana nos ha dejado poco tiempo para dedicar a los amigos. Han
quedado pendientes cafés y zumos con Marta, Manolo, Leyre, Uriel,
Sandra, Sergio, Berta, Núria, Laura, Joan, Claudi, Isidro, Carol,
Carlos, la pequeña Inés, Susanna, todos los amigos de L'espaiet, y
muchos más que esperamos encontrar esta primavera. Seguro que lo
entienden.
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