miércoles, 15 de enero de 2014

Una Navidad diferente

 Por primera vez en mucho tiempo, las navidades han tenido un poco de sentido. Nos hemos saltado los dos meses de lucecitas, publicidad agresiva y sus falsos buenos deseos. Cada año, a finales de diciembre, empezábamos a estar un poquito cansados. Reuniones familiares porque sí, excesos de comida porque sí, excesos de regalos porque sí... Creo que no éramos los únicos que, una vez llegado el día de reyes, decíamos algo así como: “Qué ganitas tenía de que pasaran ya las fiestas...”
Este año, en cambio, las reuniones familiares tenían sentido. Hacía muchos días que no veíamos a la familia y teníamos muchas ganas de que Teo los volviera a encontrar, especialmente a sus primos que han crecido un montón desde que marchamos. Hemos ido un poco locos de aquí para allá, durmiendo en casas diferentes para que todas las yayas estuvieran contentas. Muchas mañanas Teo se despertaba diciendo “¿Dónde estamos?”, pero creo que valió la pena.

Con el tema de comilonas, la cosa ya llevaba una tendencia hacia la coherencia desde hace algunos años. Recuerdo que cuando era pequeña la cena de navidad podía consistir fácilmente en sopa de galets de primero, y de segundo, bandejones de gambas, gambots, cangrejotes de patas largas, mejillones rellenos y almejas a la marinera... Todo ello después de un pica-pica de canapés variados, espárragos navarros, jamón del bueno, ensalada de la casa y según los años, cóctel de gambas. Ah! Y claro está, de postre, para acabarlo de rematar, los turrones y polvorones. Y al día siguiente, chispa más o menos a la hora de comer, pero en versión carne. Y claro, entre fiesta y fiesta, tampoco podías dejar descansar mucho a tu estómago porque tocaba comerse todo lo que había quedado de los días anteriores...

Este año las comidas han sido más normales, platos más sencillos pero igual o más deliciosos. Y en cantidades normales. Bueno, una excepción: la hornada del tito Paulino y la tita Meli por San Esteban. Yo no sé cuántos animales (muertos, claro está) metieron en el horno de piedra, pero sobró más de la mitad. Imaginaos cómo sería el piscolabis de antes. Pero hay algunas cosas imposibles en este mundo, como que el agua se convierta en petróleo o que la tita Meli se quede corta en una comida. Oh! Mención especial al bacalao con alioli que se curró la yaya Carmen y la súper paella de la Vero por reyes. ¡Por favor, qué cosa más rica!¡Esto es lujo y lo demás son tonterías! Y es que no hemos necesitado esas mariscadas, ni ponernos requeteguapos para sentarnos en la mesa. El simple hecho de poder estar juntos ha convertido esta navidad en algo especial.

Y finalmente tenemos el tema regalets. Acordamos que los pequeños tomaban el relevo y los adultos dejábamos de recibir. Bueno, nosotros hemos sido una excepción, porque nos pagaron los billetes. La cosa se ha repartido entre el Tió y los Reyes. Eso y un montón de pequeños “extras” por parte de las abuelas cada vez que entrábamos en alguna tienda de juguetes. Pero después de 8 meses sin ver al nieto no se les puede decir que no. El Teo estaba alucinado y nos temíamos que no quisiese volver a su casita con ruedas. Pero los últimos días ya empezó a decir que tenía ganas de ir a la autocaravana.
Y a parte de todo esto, nuestros días por España (todavía) han estado envueltos de un halo de fiebre, mocos, cagarrinas, tos y estornudos en la familia. Como fichas de dominó, hemos ido cayendo uno por uno. En el momento de marchar se habían salvado 5 de 15, pero no sabemos si durante estos días han acabado de pillarla. Nos temíamos que fuera un virus que hubiéramos traido nosotros, porque realmente era muy fuerte, pero nos dijeron que había más gente con virus así de resistentes. No nos hemos puesto malos en todo el viaje y cuando el Teo se ha puesto malito alguna vez, en un par de días está perfectamente. Esta vez, en cambio estuvo dos semanas o más.

Esto y la disposición de las fiestas en la semana nos ha dejado poco tiempo para dedicar a los amigos. Han quedado pendientes cafés y zumos con Marta, Manolo, Leyre, Uriel, Sandra, Sergio, Berta, Núria, Laura, Joan, Claudi, Isidro, Carol, Carlos, la pequeña Inés, Susanna, todos los amigos de L'espaiet, y muchos más que esperamos encontrar esta primavera. Seguro que lo entienden.





Y mientras todo esto pasaba en Barcelona y alrededores, en Istanbul la Atlanta convertía la autocaravana en su palacio. Se quedó con la familia de Umran, una nueva amiga, y aunque al principio parecía un poco triste, no tardó en encontrarse como en casa. La prueba está en que cuando llegamos no nos hizo ningún caso y se volvió loca cuando por la mañana vió al padre de Umran sacar a pasear a sus perritos. Ya lo comentamos antes, pero no nos cansaremos de darles las gracias por todo lo que han hecho por nosotros sin a penas conocernos. Ha sido un verdadero regalo de Navidad! Nuestros más sinceros deseos de felicidad y buena suerte para todos ellos. Y a toda nuestra familia y amigos, un montón de besos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario