Esta tarde hemos llegado por fin a casa
de mi tía Ana Maria en Roma. Hemos pasado Napoles por la autopista y
tras varios intentos para salir a la nacional, hemos continuado por
autopista hasta el Parque Natural del Circeo, a unos 80 kilometros al
sur de Roma. Hemos prado en el centro de informacion del parque y
hemos visto una pequeña exposición de animales disecados. Como en
España, la crisis se nota especialmente en estos sitios. No
funcionaba la calefacción, la mayoria de los animales parecían
sufrir un ataque de sarna y donde un día hubo un laguitp con
tortugas ahora había un espacio vacío, desconchado y lleno de
polvo. No hay presupuesto. Aun suerte que estaba abierto... De alli
hemos ido por la carretera que atravesaba el parque al lado del mar.
Lástima que estaba lloviendo, porque era un paisaje de lagunas y
dunas muy bonito.
Después de este paseo, hemos seguido
por la nacional hasta Roma. Ana nos había dado cuatro orientaciones
sobre cómo llegar que completamos con el Google maps. Y no, no nos
hemos perdido. Increible pero cierto.
Apenas me acordaba del lugar y hemos
tenido que pasar un par de veces por la calle para recordar cual era
la casa. Nos ha recibido Ana María con su sonrisa andaluza y su
acento romano. ¡Qué alegría volvernos a encontrar!.
Para mi estar aquí es como volver a la infancia, a aquel verano del
84 tan especial. Y estar con Ana es como estar con una madre, con la
mamma
Nos hemos instalado en la mansarda,
la buhardilla (Grazie, cara Silvia) . Un apartamento de lujo,
calentito, con una cama enorme y una ducha donde nos podremos duchar
tranquilamente.
Es más de lo que
podíamos imaginar. Abajo ya nos esperaba mi tía para tomar un café
y charlar un poco. A la tarde ha venido Luigi y por la noche, la
mejor cena que podíamos imaginar, ¡sopita calentita!
Mañana, si la
lluvia nos lo permite, iremos a dar un paseo por la ciudad. Ya he
estado atrás veces, pero como tengo memoria de pez seguro que me
resulta tan nueva como a Raúl.
31 enero 2014
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