Nuestra entrada en Hungría fue para
nosotros casi triunfal. Paró la lluvia y salió un sol radiante que
nos dejó recuperar nuestras camisetas de manga corta. ¡Cómo
añorábamos el sol! Dormimos en Vác, a unos 25 km de Budapest, con
vistas al Danubio (¡qué grande es!).Queríamos ir a Esztergom tal y
como nos había recomendado Rafal pero estaba al otro lado del río.
Solo teníamos dos opciones para llegar. O bien íbamos a Budapest,
nos tragábamos la ciudad y cruzábamos por alguno de ls puentes, o
bien cogíamos un ferry que nos llevara a la otra orilla. Al lado de
nuestro “hotel” estaba el embarcadero del ferry, así que fuimos
a dar un vistazo. El pasaje nos costaba unos 17 €. No muy barato
para nosotros, pero todo fuera por ahorrarnos dar vueltas por
Budapest buscando la salida. Pero cuando llegó el ferry y vimos la
rampa para entrar cambiamos de idea. Mejor dar vueltas por la ciudad
que quedarnos clavados en el cemento. Ya hemos dejado la marca de los
hierros de los baúles en unos cuantos asfaltos y empezamos a tener
habilidad suficiente para adivinar dónde entramos y dónde no. Así
que, si no cambiábamos de plan, a la mañana siguiente daríamos la
vuelta por Budapest. Pero, ¡cómo no!, cambiamos de plan...
“Era una mañana de otoño, cálida y soleada, cuando Raúl, Teo y Montse contemplaban los patos llevados por la corriente del Danubio... ¿Y si sacamos la canoa y nos vamos a Budapest en barca??? Uix, claro, luego tenemos que volver a por la auto de alguna manera... ¿Y si se va el Raúl y la Montse lo recoge en Budapest? Sí, pero ¿dónde? A ver si no va a haber ningún embarcadero... A ver si va a haber una presa... ¡Ya está! Lo hacemos al revés. Remontamos el río, soltamos al Raúl y luego lo recogemos de nuevo en Vác. Curiosamente hay un pueblo que hacen una fiesta de la calabaza.
La Mon y el Teo van a la fiesta y el Raúl se va en canoa.” Y así fue. Revisamos con el google maps todo el tramo del río por si había alguna sorpresa y nos pusimos en marcha. Lo único que Raúl bajó a medio camino. Diez kilómetros nos parecieron suficientes. El Teo y yo continuamos hasta el pueblo de las calabazas, nos dimos un paseo y luego volvimos a buscar a Raúl. Increiblemente el Teo estuvo súper tranquilo todo el camino (nunca habíamos ido los dos solos en la auto) e incluso se durmió a la vuelta. Una vez nos reencontramos, nos fuimos hacia Budapest para cruzar el río y dormir por las afueras.
“Era una mañana de otoño, cálida y soleada, cuando Raúl, Teo y Montse contemplaban los patos llevados por la corriente del Danubio... ¿Y si sacamos la canoa y nos vamos a Budapest en barca??? Uix, claro, luego tenemos que volver a por la auto de alguna manera... ¿Y si se va el Raúl y la Montse lo recoge en Budapest? Sí, pero ¿dónde? A ver si no va a haber ningún embarcadero... A ver si va a haber una presa... ¡Ya está! Lo hacemos al revés. Remontamos el río, soltamos al Raúl y luego lo recogemos de nuevo en Vác. Curiosamente hay un pueblo que hacen una fiesta de la calabaza.
La Mon y el Teo van a la fiesta y el Raúl se va en canoa.” Y así fue. Revisamos con el google maps todo el tramo del río por si había alguna sorpresa y nos pusimos en marcha. Lo único que Raúl bajó a medio camino. Diez kilómetros nos parecieron suficientes. El Teo y yo continuamos hasta el pueblo de las calabazas, nos dimos un paseo y luego volvimos a buscar a Raúl. Increiblemente el Teo estuvo súper tranquilo todo el camino (nunca habíamos ido los dos solos en la auto) e incluso se durmió a la vuelta. Una vez nos reencontramos, nos fuimos hacia Budapest para cruzar el río y dormir por las afueras.
A la mañana siguiente, cambio de plan.
Pasamos de Esztergom y nos vamos a buscar el camping en Budapest.
Paramos en un McDonalds para poder mirar las indicaciones del camping
en internet y, bueno, confiamos en tener suerte para encontrarlo... y
lo encontramos. El camping no es gran cosa, pero está en una antigua
estación de tranvía con mucho encanto. Además el desayuno está
incluido y también un vinito de bienvenida. Es domingo, y como nos
da mucha pereza entrar en las ciudades en fin de semana, nos quedamos
para hacer un poco de limpieza. Pero, mira tú, que a 200m hay otro
camping... No tiene el desayuno, pero son 7€ menos... A la mañana
siguiente, después del copioso desayuno, nos mudamos.
Dejadme que me
explaye un poco más, porque la historia nos pareció curiosa.
Resulta que hace un tiempo este nuevo camping y el anterior estaban
juntos. Pero el matrimonio que lo llevaba se divorció y lo partieron
en dos. Uno se quedó la parte con el edificio bonito, el “Niche”
y otro con la parte más boscosa, el “Ave Natura”. Pero en
cierto modo el de la parte boscosa salió perdiendo. Todos los
campistas pasan por delante del primer camping, con sus dos tranvías
viejos en la entrada y, claro, se quedan. Solo unos cuantos curiosos
siguen un poquito más allá. La prueba está en que en el primero
habían unas 6 ó 7 autos. Y en el otro estábamos nosotros solos.
Pero, la verdad, salimos ganando con el cambio. Marta, la dueña, es
un verdadero encanto. Nos regaló una botella de vino y un zumo para
el Teo al llegar. Nos dio mapas de la ciudad, nos indicó los sitios
que podíamos visitar y nos vendió los tickets para poder coger el
autobús ese mismo día. Nos lavó y tendió la ropa, se ofrecía a
traernos cosas de la tienda cuando salía a comprar... Cada noche y
cada mañana venía a vernos por si necesitábamos algo. Nos explicó
con tristeza que ni si quiera en verano se llenaba el cámping. Solo
llegaban los restos del otro. Así que como nosotros estuvimos tan a
gusto, le dijimos que hablaríamos de ella en este blog. Ya sabeis,
si vais a Budapest, el camping “Ave Natura” es una muy buena
opción.
Y en la próxima entrada ya contaremos qué hicimos por Budapest, además de poner fotos a esta entrada...
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