En Budapest teníamos una cita con
Krisztina. Krisztina dejó su trabajo como aquitecta para dedicarse plenamente a la danza oriental.
Desde que nació Teo no había hecho nada de danza y para mí viajar
a los paises del Este y poder hacer algo de danza era como un sueño.
Gracias a la ayuda de las Farashas pude ponerme en contacto con ella.
Enseguida se ofreció para mostrarnos la ciudad y enseñarme lo que
ella había aprendido sobre la danza gitana húngara. El primer día
fuimos todos juntos a dar un paseo por Budapest. La ciudad está
dividida en dos por el río Danubio: Buda y Pest. Paseando por las
calles nos explicó más cosas de la ciudad y sobre la época del
comunismo. Lo difícil que era salir del país, cómo le quitaron
todas las propiedades y el trabajo a su familia, cómo se prohibió
la religión y por lo tanto cómo se paganizaron las fiestas
religiosas... Cosas que explicada de primera mano se ven realmente
absurdas. Pero también nos explicó una de las bondades de ese
régimen. En aquel tiempo la baja maternal era de tres años. Ahora
es de un año prorrogable hasta dos y se echan las manos a la cabeza
cuando se enteran de que en España es de 4 meses, 6 si tienes
suerte. Después del paseo hicimos una horita de clase en su precioso
estudio: danza gitana húngara. Y al terminar, chino-chano nos
volvimos para casa.
(Sed benevolentes con este video. Sólo llevaba 20 minutos de clase...)
Al día siguiente visitamos el castillo
de Buda. Montamos en tranvía y fuimos también al antiguo mercado
cubierto. Después de comer, segunda y última clase: danzas gitanas
de Turquía, Rumanía y Ukraina. Fueron cuatro pinceladas pero mucha
información que me ha servido para situar cada paso en su lugar y
ver qué cosas de las que hacíamos al bailar tenían sentido y
cuales no. Y aunque no hubiera bailado nada, el simple hecho de haber
conocido a Krisztina ya hace que haya merecido la pena parar en
Budapest. Posiblemente este diciembre irá a Barcelona. Con un
poquito de suerte a lo mejor nos podemos volver a encontrar.
El tercer día lo reservamos para darnos un gustazo e ir a las aguas termales de Szecheny. En la ciudad hay más de 1000 baños termales, algunos de la época del imperio turco.
Escogimos este porque es uno de los más grandes y además es mixto. Es un precioso y lujoso balneario con piscinas interiores y exteriores con aguas a diferentes temperaturas.
Y lo más sorprendente era el precio. Por menos de 12 euros cada uno, el Teo gratis, podíamos pasarnos el día entero en remojo. Estuvimos unas 3 horas, y salimos porque por poco se queda el Teo dormido dentro del agua. Disfrutó de lo lindo y esta vez no necesitó la primera hora para familiarizarse. Raúl no pudo ni ponerle la chaqueta. En cuanto se giró para cogerla se quedó dormido en el carro.
Nos hubieran faltado uno o dos días
más para acabar de ver la ciudad, pero tampoco hay que abusar...
Budapest es muy bonita, y no quisiera que pareciera que la
menosprecio, pero, así en confianza, con esto de la globalización
se están homogeneizando todas las grandes ciudades. Quiero decir,
creo que si te taparan los ojos y te soltaran en medio de esta ciudad
(o de Praga, o de Dublín, o de Barcelona...) no sabrías bien bien
dónde estás, porque podría ser cualquier gran ciudad europea. H&M,
Starbuck's Cafe, Zara, Spar, Orange, gente hablando en todos los
idiomas, autobuses turísticos rojos, masaje de pies con pececillos
que se comen las pielecillas... Las mismas piezas colocadas de manera
ligeramente distinta. Bueno, quizás es que ya es hora que nos vayamos pa'l monte, ¿no?
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