lunes, 14 de octubre de 2013

Preciosa Rumanía

Entramos al país de noche, a través de una gran ciudad, Oradea. Ya sabemos lo que pasa cerca de las fronteras y los sustos que nos llevamos cada vez que cambiamos de país, así que esta vez no nos quisimos dejar llevar por las primeras impresiones. Pero había algo raro pero agradable en este nuevo país. Sin darnos cuenta vimos que entendíamos lo que ponía en los carteles. ¡Cuánto tiempo!¡Y qué alegría! Puede parecer una tontería pero esto nos relaja. Un poco de francés, un poco de italiano, un poco de latín clásico, un poco de imaginación y voluntad y puedes entender la mayoría de los carteles que encuentras por la carretera.
Ahora llevamos tres día aquí y nos encanta Rumanía. Entiendo por qué nuestra vecina del Mas nos hablaba con tanta emoción de su país. Los paisajes son espectaculares. No tengo capacidad literaria para explicar la belleza de los bosques, el encanto de los pueblos y la calidez de la gente. Vamos conduciendo embobados.Hasta se nos olvida que las carreteras están hechas polvo.

El primer día nos desviamos de la carretera por la que íbamos para comer. Era un pueblo minúsculo. La gente iba con carros tirados por caballos y paseaban las vacas. Al poco de llegar apareció una señora. No entendíamos mucho de lo que decía, pero estaba muy emocionada. Lo primero que nos preguntó fue si habíamos comido y parecía que nos quería invitar a su casa. Nosotros ya teníamos el plato de espaguetis en la mesa, así que le le dijimos que pasaríamos a verla después. No nos debió entender, porque a los diez minutos apareció con una bolsa de huevos y un bote de mermelada. La invitamos a pasar, pero no quiso. Diez minutos más tarde apareció otra vez con una bolsa de patatas. Estábamos flipando. Cuando Teo se despertó fuimos a verla. Nos enseñó su casa y su marido nos dio mosto que prepara él mismo.De alguna manera, no se cómo, nos pusimos a hablar. Resulta que su hijo está trabajando en España, en Peñíscola concretamente. Ella había ido a verlo y tenía unas postales que nos enseñó con orgullo. Nos dijo que quería aprender a hablar español antes de morir. Entonces llamó a alguien por teléfono y le preguntó si hablaba español. Supongo que dijo que no, que hablaba inglés. Me miró y me preguntó si yo hablaba inglés. Le dije que sí y su cara se iluminó de nuevo. Era su nieta, que vivía cerca y nos haría de traductora. Les explicamos que nosotros vivíamos bastante cerca de Peñíscola y conocíamos gente de Rumanía. ¿Te imaginas que tuviéramos a alguien en común? ¡Pues sí! La señora llamó a su hijo a España casi llorando y Raúl habló con él. Y sí, resulta que nuestros vecinos del Mas son amigos suyos y antes vivían a unos 8 kilómetros de allí. La señora nos llenó de bendiciones. Estaba convencida de que dios tenía un plan para cada uno de nosotros y que nos había llevado hasta allí por algún motivo. Bueno, no se si será así exactamente, pero creo que esta señora se sintió muy feliz esa tarde y nosotros también, y eso ya es un motivo más que suficiente. Nos costó mucho marchar de allí.
A la mañana siguiente, en el pueblo donde paramos a dormir nos pasó lo mismo. Se presentaron Viky y su marido y nos invitaron a su casa. Ellos tenían un hijo y un nieto en Detroit. Nos llenaron la despensa de verduras y más patatas. Otra señora apareció con dos tomates y un bote de mermelada, otra nos ofreció leche...


      ¿Qué está pasando? Hemos leido que Rumanía es el pais con la renta per cápita más baja de la Unión Europea. La gente labra los campos con caballos, que son además un medio de transporte habitual; tienen poco más que lo que les da la tierra ... y sin embargo en cada sitio que hemos parado siempre alguien nos ha ofrecido lo poco que tiene. Es para ponerse a pensar un poquito ¿no?

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