Después de dejar la casa en Vanovice,
Chequia, nos dirigimos hacia Eslovaquia con la lluvia encima nuestro.
El país nos ha parecido más descuidado que Chequia y nos impactó
una de las aberraciones del comunismo. El paisaje era muy bonito,
lleno de pequeñas montañas y extensos prados pero en medio de este
paisaje era frecuente encontrarse con pueblos en los que habían
enormes fábricas y bloques de pisos. Era como si paseando por los
Pirineos te encontraras de repente con Belvitge. Suponemos que esa era la manera que
encontraron para dar trabajo y vivienda a todos en igualdad de
condiciones. Si en la ciudad había industria, las zonas rurales
también tenía derecho a ello. No tenemos ninguna foto de estos
sitios porque, la verdad, no invitaban a parar.
La primera parada la hicimos cerca de un río. El Teo intentó pescar la cena, pero no tuvo éxito, así que hicimos un fueguito y nos comimos unas salchichas con calabaza asada.
Después seguimos tirando hacia el Este al Parque Nacional del Tatras. Como ya comenté, tuvimos que volver a pasar por Polonia para entrar de nuevo más tarde en Eslovaquia. Paramos en Zakopane, un pueblo bastante turístico conocido por las casas de madera, las pistas de esquí y también por ser el lugar donde esquiaba el papa Juan Pablo antes de ser papa.
Seguimos en busca de las montañas, pero la lluvia insistía en acompañarnos y lo que intuimos que eran montañas preciosas se quedaron en cumbres borrascosas que solo dejaban ver tímidamente algún pico nevado. Dormimos en una estación de tren y al día siguiente marchamos en dirección a Budapest, donde teníamos una cita muy especial.
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