Definitivamente, lo que hemos visto de
Bulgaria no nos ha gustado. No le hemos encontrado mucha gracia, ni
en los paisajes, ni en los pueblos y mucho menos en las ciudades.
Después de cruzar los Balcanes pasamos por Plovdiv. Sabemos que hay
un anfiteatro romano en el centro, pero no nos atrevimos a ir. Es muy
engorroso moverse por los centros de las ciudades, encontrar
aparcamiento es casi imposible y en general el ambiente no nos estaba
resultando muy de confianza como para dejar la auto sola. Además nos
temíamos llevarnos una desilusión y consideramos que no valía la
pena liarnos. Hicimos muchos kilómetros hasta encontrar un sitio
donde pudiéramos sentirnos tranquilos y seguros. Y es que todos los
pueblos por los que pasábamos estaban medio en ruinas y sin una
chispita de gracia. Teníamos intención de tirar hacia el Mar Negro
de nuevo, pero por el talante que hemos ido viendo por todo el país
intuíamos como podía ser la costa. Uno de los pueblos considerados
más bonitos es Sozopol, pero por las fotos que hemos visto tiene
toda la pinta de ser algo así como Peñíscola. Un recinto
amurallado bonito rodeado de mega hoteles de hormigón de los años
70-80. Creo que Sozopol se une a otro pueblo que se llama Sunny
Beach. Con eso queda todo dicho...
Así pues, tomamos la directa hacia
Turquía. Pero a 10 kilómetros de la frontera cambiamos de idea. En
lugar de bajar por Turquía iríamos por el extremo oriental de
Grecia. Por curiosidad, más que nada. En la ruta que tomamos, la
carretera estaba desierta y a penas había pueblos. Pero al entrar en
el país fue como si de golpe volviéramos a España. Las casas de
adobe de Bulgaria habían desaparecido, así como las construcciones
de hormigón armado, las fábricas abandonadas y los tractores viejos
destartalados por todas partes. En su lugar pasamos por un par de
pueblos que bien podía ser, qué se yo, algo así como Segur de
Calafell o alguna urbanización de por ahí. Bloques de apartamentos
bastante nuevos y casas con terreno de “estilo libre”. No había
basura por las calles, ni perros sueltos, ni gente andando por la
carretera. Todo era diferente. ¡Hasta nos paró la policia! (Pero no
nos dijeron nada y eso que el Teo estaba fuera de la sillita
durmiendo encima mío. “Just be careful!”, nos dijo el poli en un
tono paternalista.) Desde la carretera principal tomamos un desvío
hacia un Parque Nacional, pero no sabemos cual es, ya que los
carteles están en alfabeto griego. Bosques de pinos, robles, encinas
y alguna higuera que nos anunciaban que el Mediterraneo no andaba muy
lejos. Paramos en el camino para comer y el bosque nos regalo el
plato principal: ¡rovellones!. Montones de rovellones por todas
partes. Raúl y Teo fueron a cogerlos y en diez minutos tenían una
caja llena. Teníamos para la comida, la cena y otro comida más. ¡Y
la de kilos que se quedaron alli! Después de comer seguimos un poco
más y paramos en otro pueblo con pinta de urbanización para dormir.
Al día siguiente, esta vez sí, entraríamos en Turquia por el
suroeste. Eso si no nos atrapaba el mar...
No estamos seguros de que esto nos
guste más, pero al menos para mí ha sido un descanso. Bulgaria me
estaba dando muy mal rollo y tenía ganas de marchar. Tenemos mucha
suerte de poder viajar así.
(16 noviembre 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario