sábado, 23 de noviembre de 2013

¿Turquía? No, todavía no.



Definitivamente, lo que hemos visto de Bulgaria no nos ha gustado. No le hemos encontrado mucha gracia, ni en los paisajes, ni en los pueblos y mucho menos en las ciudades. Después de cruzar los Balcanes pasamos por Plovdiv. Sabemos que hay un anfiteatro romano en el centro, pero no nos atrevimos a ir. Es muy engorroso moverse por los centros de las ciudades, encontrar aparcamiento es casi imposible y en general el ambiente no nos estaba resultando muy de confianza como para dejar la auto sola. Además nos temíamos llevarnos una desilusión y consideramos que no valía la pena liarnos. Hicimos muchos kilómetros hasta encontrar un sitio donde pudiéramos sentirnos tranquilos y seguros. Y es que todos los pueblos por los que pasábamos estaban medio en ruinas y sin una chispita de gracia. Teníamos intención de tirar hacia el Mar Negro de nuevo, pero por el talante que hemos ido viendo por todo el país intuíamos como podía ser la costa. Uno de los pueblos considerados más bonitos es Sozopol, pero por las fotos que hemos visto tiene toda la pinta de ser algo así como Peñíscola. Un recinto amurallado bonito rodeado de mega hoteles de hormigón de los años 70-80. Creo que Sozopol se une a otro pueblo que se llama Sunny Beach. Con eso queda todo dicho...
Así pues, tomamos la directa hacia Turquía. Pero a 10 kilómetros de la frontera cambiamos de idea. En lugar de bajar por Turquía iríamos por el extremo oriental de Grecia. Por curiosidad, más que nada. En la ruta que tomamos, la carretera estaba desierta y a penas había pueblos. Pero al entrar en el país fue como si de golpe volviéramos a España. Las casas de adobe de Bulgaria habían desaparecido, así como las construcciones de hormigón armado, las fábricas abandonadas y los tractores viejos destartalados por todas partes. En su lugar pasamos por un par de pueblos que bien podía ser, qué se yo, algo así como Segur de Calafell o alguna urbanización de por ahí. Bloques de apartamentos bastante nuevos y casas con terreno de “estilo libre”. No había basura por las calles, ni perros sueltos, ni gente andando por la carretera. Todo era diferente. ¡Hasta nos paró la policia! (Pero no nos dijeron nada y eso que el Teo estaba fuera de la sillita durmiendo encima mío. “Just be careful!”, nos dijo el poli en un tono paternalista.) Desde la carretera principal tomamos un desvío hacia un Parque Nacional, pero no sabemos cual es, ya que los carteles están en alfabeto griego. Bosques de pinos, robles, encinas y alguna higuera que nos anunciaban que el Mediterraneo no andaba muy lejos. Paramos en el camino para comer y el bosque nos regalo el plato principal: ¡rovellones!. Montones de rovellones por todas partes. Raúl y Teo fueron a cogerlos y en diez minutos tenían una caja llena. Teníamos para la comida, la cena y otro comida más. ¡Y la de kilos que se quedaron alli! Después de comer seguimos un poco más y paramos en otro pueblo con pinta de urbanización para dormir. Al día siguiente, esta vez sí, entraríamos en Turquia por el suroeste. Eso si no nos atrapaba el mar...
No estamos seguros de que esto nos guste más, pero al menos para mí ha sido un descanso. Bulgaria me estaba dando muy mal rollo y tenía ganas de marchar. Tenemos mucha suerte de poder viajar así.


(16 noviembre 2013)

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