Al entrar en Bulgaria la sensación al
ver los carteles fue totalmente contraria a la que tuvimos en
Rumanía. Ya no es sólo que no entendamos lo que pone en los
carteles, es que ni siquiera somos capaces de leerlo! Poco a poco
intento transcribir los signos, pero es muy difícil: 3:S; M:I; pi:
L... También esta la R girada en espejo que no es una R, una E
mirando para abajo... Bueno, puede ser divertido. Al menos los
nombres de las ciudades en la carretera está en los dos alfabetos. Enseñamos los pasaportes en la frontera, compramos la viñeta para
circular y cambiamos algo de dinero. Las carreteras parecen más
nuevas que en Rumanía y al cabo de una horilla de viaje paramos en
un pueblo llamado Oven. Raúl preguntó a los vecinos si podíamos
dormir allí. De esto siempre se encarga él que tiene más gracia
que yo, es todo un relaciones públicas!. Con el visto bueno del
vecindario salimos a dar una vuelta.
Cuando se hizo de noche nos
fuimos para casa y empezamos a preparar una sopa con pollo para
cenar. Entonces alguien picó en la ventana... ¡Merda!¡Un poli! ¡Y
es que resulta que habíamos aparcado delante de su casa! Uno del
pueblo con un poquitín de mala baba había ido a buscarlo para que
nos dijera algo. Abrimos la puerta y Raúl le explicó con gestos
como hace siempre “parking-una
noche-dormir-mañana-marchamos-Niño-comer-dormir”. Le invitamos a
pasar para que viera que no era una caravana gitana, que seguramente
era lo que se pensaba. Entonces empezó a girarse la tortilla... Y
acabó de darse la vuelta cuando le preguntamos que si hablaba
ingles. Emocionado dijo que “small” y empezó a explicar que
había estado en Londres durante 6 meses. Y entonces nos dijo que
aparcáramos en su garaje. “No, gracias. Ya estamos bien aquí...”
Insistió e insistió. No paraba de hablar algo que quería parecer
inglés y no tuvimos más remedio que llevar la auto a su casa, y es
que además llevaba la pistola... Entonces, y con nuestra sopa a
medio hacer, nos invitó a cenar en su casa. Una vez más, insistió
e insistió hasta que no tuvimos más remedio que aceptar. Y es que
además seguía llevando la pistola... Su mujer estaba preparando
sopa también, pero debió pensar que no era digna para nosotros, así
que preparó una especie de morcillas que había hecho él mismo el
día anterior con su vaca. Todo era muy cómico, casi esperpéntico.
El poli con el uniforme y la pipa preparando las morcillas, diálogos
de besugo que ninguna de las dos partes entendía (pero que todos
hacíamos cara de entenderlo todo, por supuesto...), y comída y más
comida apareciendo sobre la mesa. Cuando Raúl le dijo que era
también policía hizo un gesto al cielo de “gracias, dios mío!”
y dijo que Él había planeado que fuéramos allí. Y luego sacó la
Rakia, un aguardiente casero que iban bebiendo como si fuera zumo de
melocotón. No sabíamos como salir de allí. Cada vez que
empezábamos a decir algo como “bueno, se hace tarde...” sacaban
otra cosa de comer o volvían a llenar el vaso de rakia. Yo empezaba
a sospechar que nos querían raptar... Finalmente conseguimos salir y
nos fuimos a dormir más p'allá que p'acá.
Y por la mañana,
más sorpresas. Evidentemente, no nos dejarían desayunar solos.
Bueno, un cafetito y unas galletas y ya está. Pues no. Un cuenco
lleno hasta arriba de sopa de pollo con fideos y leche. Hicimos el
esfuerzo de comérnosla toda. Bueno, el Raúl hizo trampa y se dejó
el pollo. Cuando ya parecía que nos podíamos ir apareció el poli
vestido de uniforme para hacerse una foto con nosotros. Sin
comentarios... Conseguimos marchar, no sin antes hacer un intercambio
de direcciones de Skype (Uf! no me puedo ni imaginar una
conversación).
Hacemos broma de
toda la situación y no podemos evitar reirnos al recordar algunos
“diálogos”, pero en el fondo estamos muy agradecidos por la
acogida y la confianza que demuestran aquellos que nos abren la
puerta de su casa sin más.
Seguimos dirección
a Lomtsi, donde nos esperaban en un par de días, pero decidimos
parar para echarnos una siesta y acabar de digerir el desayuno.
Paramos al lado de un parque y al final de la tarde acabamos tomando
el té con todas las madres que habían ido allí con sus hijos. Esta
vez los anfitriones éramos nosotros.
osti nens!
ResponderEliminarcomo me he reido, que surrealista el tema!
os enviamos un abrazo bien fuerte familia!