domingo, 3 de noviembre de 2013

Y entramos en Bulgaria

     Al entrar en Bulgaria la sensación al ver los carteles fue totalmente contraria a la que tuvimos en Rumanía. Ya no es sólo que no entendamos lo que pone en los carteles, es que ni siquiera somos capaces de leerlo! Poco a poco intento transcribir los signos, pero es muy difícil: 3:S; M:I; pi: L... También esta la R girada en espejo que no es una R, una E mirando para abajo... Bueno, puede ser divertido. Al menos los nombres de las ciudades en la carretera está en los dos alfabetos. Enseñamos los pasaportes en la frontera, compramos la viñeta para circular y cambiamos algo de dinero. Las carreteras parecen más nuevas que en Rumanía y al cabo de una horilla de viaje paramos en un pueblo llamado Oven. Raúl preguntó a los vecinos si podíamos dormir allí. De esto siempre se encarga él que tiene más gracia que yo, es todo un relaciones públicas!. Con el visto bueno del vecindario salimos a dar una vuelta. 

Cuando se hizo de noche nos fuimos para casa y empezamos a preparar una sopa con pollo para cenar. Entonces alguien picó en la ventana... ¡Merda!¡Un poli! ¡Y es que resulta que habíamos aparcado delante de su casa! Uno del pueblo con un poquitín de mala baba había ido a buscarlo para que nos dijera algo. Abrimos la puerta y Raúl le explicó con gestos como hace siempre “parking-una noche-dormir-mañana-marchamos-Niño-comer-dormir”. Le invitamos a pasar para que viera que no era una caravana gitana, que seguramente era lo que se pensaba. Entonces empezó a girarse la tortilla... Y acabó de darse la vuelta cuando le preguntamos que si hablaba ingles. Emocionado dijo que “small” y empezó a explicar que había estado en Londres durante 6 meses. Y entonces nos dijo que aparcáramos en su garaje. “No, gracias. Ya estamos bien aquí...” Insistió e insistió. No paraba de hablar algo que quería parecer inglés y no tuvimos más remedio que llevar la auto a su casa, y es que además llevaba la pistola... Entonces, y con nuestra sopa a medio hacer, nos invitó a cenar en su casa. Una vez más, insistió e insistió hasta que no tuvimos más remedio que aceptar. Y es que además seguía llevando la pistola... Su mujer estaba preparando sopa también, pero debió pensar que no era digna para nosotros, así que preparó una especie de morcillas que había hecho él mismo el día anterior con su vaca. Todo era muy cómico, casi esperpéntico. El poli con el uniforme y la pipa preparando las morcillas, diálogos de besugo que ninguna de las dos partes entendía (pero que todos hacíamos cara de entenderlo todo, por supuesto...), y comída y más comida apareciendo sobre la mesa. Cuando Raúl le dijo que era también policía hizo un gesto al cielo de “gracias, dios mío!” y dijo que Él había planeado que fuéramos allí. Y luego sacó la Rakia, un aguardiente casero que iban bebiendo como si fuera zumo de melocotón. No sabíamos como salir de allí. Cada vez que empezábamos a decir algo como “bueno, se hace tarde...” sacaban otra cosa de comer o volvían a llenar el vaso de rakia. Yo empezaba a sospechar que nos querían raptar... Finalmente conseguimos salir y nos fuimos a dormir más p'allá que p'acá.
Y por la mañana, más sorpresas. Evidentemente, no nos dejarían desayunar solos. Bueno, un cafetito y unas galletas y ya está. Pues no. Un cuenco lleno hasta arriba de sopa de pollo con fideos y leche. Hicimos el esfuerzo de comérnosla toda. Bueno, el Raúl hizo trampa y se dejó el pollo. Cuando ya parecía que nos podíamos ir apareció el poli vestido de uniforme para hacerse una foto con nosotros. Sin comentarios... Conseguimos marchar, no sin antes hacer un intercambio de direcciones de Skype (Uf! no me puedo ni imaginar una conversación).


     Hacemos broma de toda la situación y no podemos evitar reirnos al recordar algunos “diálogos”, pero en el fondo estamos muy agradecidos por la acogida y la confianza que demuestran aquellos que nos abren la puerta de su casa sin más.


     Seguimos dirección a Lomtsi, donde nos esperaban en un par de días, pero decidimos parar para echarnos una siesta y acabar de digerir el desayuno. Paramos al lado de un parque y al final de la tarde acabamos tomando el té con todas las madres que habían ido allí con sus hijos. Esta vez los anfitriones éramos nosotros.

1 comentario:

  1. osti nens!
    como me he reido, que surrealista el tema!
    os enviamos un abrazo bien fuerte familia!

    ResponderEliminar